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lunes, 12 de abril de 2010

domingo, 11 de abril de 2010

(Fragmentos de la Novela inédita de Eugenia Brito en Vomitiva 5.


EL ARCO COTIDIANO
(Fragmentos de la Novela inédita de Eugenia Brito Arco de transición)


INTRODUCCION


Ni mis palabras me pertenecen ni mi boca que se contrae cuando hablo palabras que no son mías en este plano en que la lengua no basta, la conciencia muere en cuanto la aventura me manda deshacer la casa y con ella el orden la gramática el orden.
Sintaxis nueva me coronará para entrar en nicho o sepulcro pleno con florecitas a los costados, llenando con piedras pequeñas la invadida la capitana como la nao de Colón enterrada, en pleno blindaje barroco, estuche el cuerpo bisagra el alma vierto el perfume de aguas tan blancas que la contienen jaspe alga marina rizo rizoma lisonja plena

La niña espera
Rapto en el habla

La niña espera

Elisa sepultada en esa casa habitada por los más viejos, no le han dejado cuarto alguno sin huella de sus existencias, ahora la abuela se ha ido por el verano a visitar parientes, la vieja desea el nexo con su gramática, que ya murió y pertenece a otro libro,
La madre fue arrasada por corrientes suroceánicas en el mismo universo que le aplazaron los valles, los ríos y la montaña.
Elisa lee, hurga en los libros un mapa nuevo

El abuelo peregrina por el jardín... Ya ha cortado dos ramos grandes de flores (rosas).

¿Cuál cortará ahora? ¿Qué tallo podará?

Su mirada se pierde extraviada en la lontananza

El se prometió a sí mismo no ser más testigo de esos viajes insólitos que las hembras hacían, en los que partían dejando atrás cualquier hebra que le recordara el pasado, él era polvo, ojos de polvo, boca de polvo, entre otros él era el polvo de ese jardín. “Y yo soy inocente, no busqué nunca la fábula de Miranda ni me encontré jamás en los juegos de Magdalena..
Pero Elisa no habla, no dice nada frente a lo que digo, tengo la impresión de que su cuerpo no recibe mis palabras. Ya soy un viejo, ya no tengo las mismas energías que me acompañaran con las otras dos. Combatí su impudicia, retuve sus miembros, los comprimí con seducción, compré joyas, amplié sus habitaciones, las llevé a oír música, les traje libros.
Elisa se esconde, es una fugitiva de todas mis apreciaciones estéticas. Sólo una vez habló; me dijo: la ciudad me necesita. Me necesita y se expresa en las puertas, en los rincones. La ciudad me hala por el pelo con violento terror.
Me hallaba en una escena, un film desconocido
De qué ciudad hablas?

De la ciudad del miedo, de allí es de donde vengo. Ahora ya la enterraron, pero veo sus restos. Y sólo dicen: deseo”

Huí de Elisa, la dejé en el jardín, allí dormiría presa de la locura y de las violentas alucinaciones “

La niña entra en el jardín, silenciosa, detrás de ella el gato, el gato tiene los ojos relucientes, no busca dormir, hay un banco de piedra en la plazoleta que rodean los árboles. Arriba, hay nidales de polluelos. Gorriones, se dice la niña, el gato observa con avidez.
Sí eran gorriones.
Sus nidos son más pequeños que los otros, su piel gris y suave, los gorriones cantan en una melodía que ninguna música podría interpretar.


Su canto es la rima con que se inicia el mundo, de cómo se separan los territorios y de como la habitación de la casa, desde cuándo su rito de morada, de las fugas del aire, de las permanencias y los nacimientos. Del aire y del viento. De las piedras. Y de los implacables roedores que trabajan en los cimientos.
Mi abuelo odia los pájaros. Sólo le gusta ver cómo cruzan el cielo.

II

Miranda había jugado durante muchos años y para traducir sus juegos, tenía que ir buscando cuarto tras cuarto, la pieza que requería, específica. Un aire, un soplo, la visión de un cuadro, una ventana a medio abrir, parecían detalles, pero eran esos los materiales con los que ella vertía los planos inclinados en donde ubicaba el tablero de ajedrez.
Lo que quería era la reorganización de la casa y su arquitectura, pero el espacio le era fugitivo. El tiempo parecía enrarecerse y verterse en los vitrales , en donde extrañas figuras perdidas en el cristal querían iniciar con ella una fuga, una tocata, una desarmonía para instalarla, como un paso en falso en los tramposos cortinajes: los brocatos, llenos de color y vibraciones, las sedas ruidosas y ágiles., que contaminaban directamente su ojo, haciendo estallar el sol.
De pronto notó que esas telas le iban comiendo la carne. Se iba quedando magra, magra
Miranda conocía los secretos de la casa, sabía desplazarse al túnel y por allí miraba las horadaciones acuosas de los conejos, los escondites de los gatos y los restos de algún habitante que había sabido irse a tiempo.
Miranda era la hermana mayor y por ello, el abuelo sabía que la casa no era sólo una ruina, era un trofeo.

En su cuarto un reloj detenido en el tiempo, lo dejaba pasar, a medida que el sol jugaba con las pelusillas del polvo apilado en los vastos edredones y en las almohadas, generando perspectivas de distinto tamaño y ubicaciones centrípetas a la luz.

Miranda buscaba su posición de reina, el cuadro del salón en que su abuela sentada bajo un árbol se recostaba mirando ¿a quién?
Su pose la desarmaba, auscultándola de frente y de perfil.
Quieta iniciaba un homenaje a su antepasada, pero la muy sardónica de la tela, le avisa:
Muévete

Miranda se iba de allí, sintiendo el frío cinismo estallar en sus sienes. Era como los disparos que a veces los granjeros, de caza lanzaban, intentando herir y matar a un ciervo joven un venado o matar por inútil un caballo, un perro.
La vieja tenía esa mirada, entregada y furiosa. Había sido un animal condenado a morir..
Los adobes de la casa eran demasiado crepitantes, tiritaban todos los días, dejando caer un poco de luz fría, un poco de agua, la de las mañanas neblinosas, con un crujido endeble pero persistente. Eso era también un aviso. Debía salir de su lugar envenenado.
La casa se llenaba de su propia ansia y tenía que huir de las angostas murallas, de los campos, del pueblo conspirador y rumoroso, de la vaca rumiante, de la foto.
Por eso había buscado su lugar detrás de los rosales.
Bebía vino muy dulce, sacaba las castañas crujientes de los árboles y armaba un sitial entre losa limoneros. Entre la hamaca y la pequeña apertura de un árbol grande, sacó sus libros y escribió que la suerte era esquiva y traicionera.
Armó un altar transitorio y hurgó entre los desechos para no dar señales a las máscaras de su existencia a los lares. Entonces, gozó de una impenetrable y casi definitiva invisibilidad.
Así apaciguó a la bruja y a los ángeles y sacando los naipes y rodeando el brazo en un semiarco la bruja ordenó el juego y tendió en sus brazos unas mallas.
Fue así como dispuso con naipes y dados, una nueva gramática.
En la casa, entró el aire y las telas por fin quedaron quietas.

Pero sepamos que desde la casa y el afuera, las perspectivas temporales son dos:
La casa quiere la permanencia
El jardín, la guerra.



El gran dios africano que aparece en los naipes era un soldado

O era su abuelo?
Adentro, su vientre esconde una metralleta: todas las balas a punto de disparar.

Por eso el pueblo ha huido en su mayoría y el silencio se hace cada vez más redondo
Miranda buscando el cuadro de la abuela sabe que ella es un rehén.

La televisión está encendida: hay un campo minado y en la reversa dirección del ojo, mueren cinco niños, su sangre flamea por el campo, al que riegan el llanto de unas madres que también mueren. Cuánta inocencia desperdigada, el requisito feroz para ese portaaviones que hunde en el cielo negro su carga mortífera. El brazo derecho del dios se cae: allí habita el cóndor y la lechuza que ha puesto un nidal de huevos amarillos emite ruidos agudos: el color rojo vibra en sus enojadas plumas que en línea recta trazan rutas impensables a las cartas que caen.

El fuego ardía y su luz ciega a Miranda.

Sus vaticinios eran amplios y generales. La sibila sabía decir cosas que alcanzaran a todos como por ejemplo:

La nada topa en el infinito.
El infierno también está lleno de gloria
Los naipes estaban contaminados, son puro azar en esas horas violetas

Miranda saca un velo, en él rápidamente se esconden los polluelos.


El vientre de Miranda llama a la muerte. Sí, hay un velorio en sus carnes abultadas y una gran familia pasa por él. No sólo la familia, hay desconocidos que por supuesto se asemejan a otros, las mentes foráneas pueden tener grandes diferencias, con mucho repetirse en uno que otro aspecto, pero ésos que se asemejan son contables como los latidos de un corazón y las neuronas de un cerebro humano.

El velo se descorre. Maciza y descascarada, la pared cae sobre el lecho. Miranda debe abandonar la cama, también su agitada habitación que pugna por invadir toda la casa y que es el caos.

Yo quise abrazar el universo entero, se dice, cuando sale.

El ojo negro y llameante del dios africano la persigue.

La selva no se va totalmente con ella

Sigue allí con su traje deshilachado y cubre de blanco todas las telas

Son el único traje que llevará Miranda
Casi un designio ese vestido, fugaz y definitivo.
Con alambres en los pechos, los dos pezones zumban eréctiles
Con nidos de polluelos atormentados sobre la falda y un abanico de trance inmediato para la siesta.
Se cae y ahí sobre ella se instala la diapasón del aire que desordena su frente, alquila sus neuronas y pone el mito como límite de su memoria.

Un escándalo, se habla en el pueblo, la hija mayor de Acosta, ha querido irse otra vez.
Un horror, dicen las viejas, contemplándola, entra en la vejez y se lleva con ella cualquier expectativa.
Es el olvido, dice el telefonista, en el pueblo se sume la miseria. Nadie cuidará de los duraznales?. Y los damascos, apretados, jugosos?

Si los miraran, si los observaran bien, verían una línea de carmín morado, algo así como un lápiz de labios de mujer, que arde y arde. Que late y se resiste a perder y caer en el estrépito de las hojas crujientes del otoño, cuando los pájaros hacen ronda sobre ella, haciéndola soñar con las vigas laterales de la casa, con el temblor, que hizo llenar de tripas y de vahídos el suelo sarmentoso, con las nuevas construcciones modernas y los Ministros, ebrios y los curas, siempre presurosos y dispuestos a pontificar y a penalizarlo todo mientras la melancolía hace hundirse al sol bajo las últimas nubes sigilosas.


Miranda había vivido el terror. Lo había hecho de manera temprana y se preparaba siempre para ver qué nueva catástrofe le anticipaban sus órganos.

Por eso no vio cuando las manos fuertes de un campesino joven la trasladaban.
La llevaba hacia el nuevo hospital, recién construido por las autoridades.

“está perdida, se decía, tal vez muy asustada, pero sólo tiene fiebre “.- se dijo. A su lado también iban los polluelos, disparados, asustados, informes.


Su ausencia trajo a la casa a Magdalena. Más bien, Magdalena vino para contrarrestar el poder de los hombres

Vino con vacilación. Hay muchas cosas de las que no quisiera oír ni hablar.
Jardines, grietas, polvo en las telas.
El atroz dormitorio de Miranda
El portón tan sacudido por las mujeres.
La foto de la abuela que fue rápidamente removida de allí. En su lugar, una réplica mal hecha de un dibujo de Matisse.


Magdalena evita cuidar los niños; no se dio a los hijos, mal podría hacerlo con los nietos, aunque ellos que entran y salen por la casa, vengan a visitarla todos los días. A veces le traen un ferrocarril, aviones y le producen un gran estrépito. Todo para romper el silencio y llegar al terror.

El terror se cree mudo, pero abre agujeros en la carne.

Por eso, Magdalena está completamente agujereada.
Aunque para los niños, ella parezca un somnoliento tronco de árbol en calma, sus furores pasan de uno a otro extremo de cada rama y ese árbol cruje. Los chicos ríen ante el sonido que creen es corpóreo y que viene de la maleza, pero no
Es un esqueleto oculto desde la raíz y que va sacando la lengua, abriendo los párpados , moviendo los hombros, hasta que sale luciendo íntegra su temida faz.
Más atrás hacia la noche, el sonido de Beethoven, integralmente sordo, llama.

Es una convocatoria:
¿El terror suele vestirse de blanco como una madre?

Ni el oído escucha ni la voz se siente, es desde el cuerpo, desde los espacios del cuerpo que intenta habitar. Pulsar sus ecos, los laboriosos espacios que esa arcada llama:

VITAL

Magdalena existe, está en el sonido y no en otra cosa sino en él

Afuera la música se encoge insatisfecha, no hay manos que la pulsen ni oído que la detenga y ella es una dentellada larga e hiriente, pero es una dentellada cósmica y muerde como nunca la nada.
Ha salido de la cruz y es como la sal orgánica
Trasciende a la madre que deja a Magdalena y a los niños en el relato, solos

Es un arco, una profundo y rebelde resistencia armada.

Lloverá mucho, por varios días.
No hay sobrevivencia para esa inundación


Magdalena en el piano sabe que todo acontecimiento puede volverse sabio y hasta llegar a provocar placer.


Y hubo acontecimientos, se aglomeraron los hechos. Hubo radiación cósmica, el planeta se hizo chico, el hombre del Norte iba y venía, casi no quedaban polluelos en el nidal.

De pronto se hizo la luz, como cuentan los alacalufes, onas y yaganes, nació el otro hombre.
Hubo sequía, infertilidad, hubo tormentas eléctricas. A pesar de todo llegó la cultura electrónica.
Los contactos se abrieron, se fortaleció una gran muralla eléctrica sobre el pueblo envejecido y somnoliento.

Elisa, que abre por fin los ojos, encuentra el interruptor.
Como siempre, el abuelo dice:

Es muy pesado el portón de entrada. Casi requiere del esfuerzo de dos hombres para moverlo

Ha olvidado (¿o desea olvidar?) la pequeña puerta del sótano
Y la llave que dejara el jardinero.

No sabe (¿o prefirió no saber ) de las huellas del campesino que transportó a Miranda

Allí por donde están los útiles de la poda, allí está la pequeña puerta que conduce abajo.

Ningún viaje tiene retorno, ninguno produce alegoría.

Elisa prende la luz con mano diestra:

La tela desenmarca al cuadro; su pintura es fresca y está viva, recordando cómo el ojo la vio, usando blandas y promiscuas imaginaciones.

El cuadro ya no es más rectangular cuando el deseo intenta abordar a Elisa .

Maestro, dice ella casi hundida en el azul,

Maestro, me confunde el abismo y no sé cómo poder llegar a ser real.

No hay dulzura más plena que el azul ni atmósfera más fina que la que emana del cuerpo con el placer, maestro, me deshago entre el agua que me inunda y segregaré intactos mis locos genitales.

La educación del espíritu es la consagración a la materia, la belleza siempre se regocijó en lo vil, mira cómo la tinta sale y se convierte en barro.


Las heridas son gloriosas y expresarán placer.


La gula atrae, la lujuria llama el éxtasis que es pleno y es mortal.


Cómo mantener un habla sin modelo previo, una estatua vieja, premoderna, picoteada por la sal y la contaminación del aire que más que reproducción anticuada es el uso común de las palomas grafiteras y del tráfico de jóvenes que arman una pandilla enrarecida por el cigarro y el alcohol. Elisa ha salido de la casa y llega a la calle





Detrás de ella salen muchas otras y también sale Magdalena. Son un cuerpo ensamblado cuyas articulaciones hablan de una administración corporal cuya planificación ha pasado por los diarios de varias épocas, por los estilos y los adiestramientos tecnológicos de distintas edades.
Pero lo que sale es un cuerpo que no ha querido dejarse amaestrar por la razón utilitaria, ni por la técnica ni por la malla densificada de los circuitos globales.
Lo que sale de Elisa es un grito y el grito parte de un animal humano que porta en su pelaje una fenomenal historia de cacerías.
Lleva el animal en el lomo y el ojo que busca perderse en las multitudes.
No sabe que éstas la conforman.
Que ellas la tienen confirmada, pactada entre su uso y su estático porte vigilan.

Desean sí su dura convocatoria que es el placer huérfano del nombre. Desean sí su inaudita y nada adiestrada gloria. El infinito. La mirada colmada de éxtasis de los que no tienen, de las que no siguen ley, pero que vagan, no bajo su amparo ni su sombra, sino más allá , más allá en la cuchilla de la sangre rodante, en la estepa, en la foresta, una maleza rara que nadie puede cortar. Viven radiográficas. Hiperbólicas tantean su mantra inédito.

El habla que asedia la certificación de estas indocumentadas vuela por el aire y asalta las puertas selladas de los tráficos de los bancos, del comercio y de las escuelas. Chisporrotea su grasa y vuela a horcajadas más allá de la ley, en su buscada zona de planicie e ineficiencia. Vuela por entre los blancos (negros ) espacios (rojos) de su letra y chorrea (despacio) entre su memoria(densa) cristalizando en hojas, en escritos, que dejarán por ellas su vieja identidad.


En oral curso, surge su música que es rara al ojo y que despierta en el oído la vocación a cantar. Pueblo, dicen
Puebla, contestan otras(voces )

Se arma el diálogo

Y las hojas escritas danzan como los cuerpos en el baile violento que su deseo imprime en la multitud. Alta y sobre las copas de los árboles.


Tengo que escribirme sobre una cara blanca, tengo que huir de sus modelados,
No puedo partir sino desde la ausencia que ella prediseña y que augura la terraza plenamente abierta a la sombra de sus inmisericordes hijas, si no, cómo saldrán, las pálidas, breves, angostas, la cintura ansiosa de aquella mujer joven

Cómo salir de esa máscara blanca
Sin cuerpo, sin orilla que no sea la que delata esta deformidad que me acompaña

Gime una voz desde las hojas ya tan escritas
La ausencia de Miranda, y la abuela, sustituida por esa mala copia de Matisse

(…)

LLAMADO PARA LA SEXTA EDICIÓN DE VOMITIVA


VOMITIVA INVITA A TODOS LOS INTERESADOS EN PUBLICAR SUS TRABAJOS POÉTICOS, VISUALES Y NARRATIVOS, A PARTICIPAR EN LA SEXTA EDICIÓN, FECHADA PARA COMIENZOS DE JUNIO.


LOS TRABAJOS DEBEN SER PRESENTADOS EN WORD, TIMES NEW ROMAN TAMAÑO 12, CON UNA EXTENSIÓN EN NARRATIVA DE 5 PLANAS, A INTERLINEADO 1,5.
EN TANTO EN POESÍA SE LIMITARÁ A UN MÁXIMO DE 4 TEXTOS POR AUTOR.
PARA LOS TRABAJOS DE ARTE VISUAL, SE PUBLICARÁN SÓLO TRABAJOS EN BLANCO Y NEGRO O ESCALA DE GRISES, LOS CUALES DEBEN ADJUNTARSE EN JPEG O TAMBIÉN, INSERTOS EN
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miércoles, 7 de abril de 2010

Artículo de Daniel Rojas Pachas en vomitiva 5: “Todo cae por su propio peso”. A propósito de ciertas lecturas aberrantes de escritor a escritor.



El presente artículo sin ánimo de polemizar o constituirse en una apología de Bolaño y sus obras, de modo más específico 2666, voz y escritura que habla por sí sola, además como diría un amigo -aquí todos somos grandecitos y cada cual puede defenderse solo- nace a raíz de la lectura de un texto publicado por Raúl Zurita allá por enero del 2008 en el periódico literario Carajo en su novena edición.
En el artículo titulado “2666 de Roberto Bolaño. Un asunto irresuelto” el autor de Purgatorio lanza unas aventuradas opiniones acerca de la novela mamut del desaparecido escritor, mismas que a la fecha, si consideramos el año de publicación del artículo en cuestión “2008” y todo lo que se ha dicho a esta altura con respecto a la novelística de Bolaño, nos lleva a preguntar ¿Qué acaso no hay temas más pertinentes que tocar? Desde luego, algunos pueden y tienen todo el derecho de pensar que la discusión en torno a aquellas opiniones del premio nacional ya fueron zanjadas por ende es válido considerar la siguiente redacción de mi autoría como fútil e inoficiosa; de cualquier modo a favor de ella y pese al desfase de mi recepción y respuesta ante la lectura invectiva que Zurita hace de 2666 se puede mentar entre otras variables dignas de atender, el que no hayan existido, exceptuando una postdata de Carlos Almonte, respuestas contundentes al respecto y por otra parte, hay que prepararse ante la batahola de artículos como éste de Zurita que surgirán frente a la reciente publicación de otro anticipado título póstumo de Bolaño “el Tercer Reich” que ya fue lanzado en España y que se haya pronto a anexar América a su conquista a través de la conocida cadena editorial Anagrama, misma que ha publicado la mayoría de títulos conocidos de Bolaño y que de seguro se hará cargo de los que quedan por aparecer.
Este peculiar fenómeno e inusual moda, circunstancial a la escritura y su calidad, aunque claro, regularmente va en desmedro de ella pues no es el creador ya quien tiene la última palabra sobre su obra sino los editores y sus intereses, mantiene una importante relación no sólo con el texto de Zurita sino con el estado del arte de la narrativa latinoamericana y chilena y desde luego importa a la situación del libro como objeto dentro de las sociedades actuales y el tratamiento general que estas dan al arte. Recordemos que Bolaño pensó entregar originalmente 2666 como cinco novelas interdependientes, ligadas por vasos comunicantes como Archimboldi, la vida y obra de éste ficticio escritor europeo y claro, Santa Teresa, trasunto de Ciudad Juárez. Interesante hubiese sido ver cuán diferente pudo ser el destino de la obra, su recepción critica, la distribución, el juego de las expectativas, el precio de los libros, su impacto y quizá lo más importante, la interacción de los destinatarios entre cada parte mas allá de la linealidad a la que nos somete el mamotreto preparado por Echevarría. Hoy todo lo expuesto se podría argumentar a cabalidad en torno al Tercer Reich o los textos recientes de Donoso y los que de seguro vendrán de Salinger, pero ese factor no se cuestiona o considera en lo absoluto en el articulo del ex miembro de CADA lo cual es injusto ante una aseveración como la que usa para abrir su comentario acerca de 2666, marcando de inmediato la tónica y talante que desarrollará en extenso a la manera de aquellos emperadores romanos dirimiendo la vida de sus esclavos en una justa de circo: 2666 me intriga, y no porque sea una obra maestra, por el contrario, es una novela convencional que tiene un problema grave y sin solución intermedia: o le sobraron 800 páginas o le faltaron 800 páginas.
La pose de crítico demoledor y antojadizo no escatima en artillería y de modo caprichoso pone en tela de juicio la calidad autoral de Bolaño, sobre todo la de su poesía, tal como demuestra la siguiente cita: Su transacción fue un triunfo personal pero, más que eso, es el triunfo de la economía: era finalmente lo suficientemente bueno como para que tuviera que transar. Tampoco se trataba de que se dedicase a escribir poemas, para eso Bolaño era tan poco dotado como Cortázar, Faulkner y Joyce.
Faltó considerar aquí lo poético que dentro de su prosa es Bolaño, a la manera de Woolf, Rulfo y el mismo Joyce, además fuera de lo discursivo el logro de la obra en juicio y su ambiciosa propuesta está en la solución que da a su trama y 2666 a diferencia de Los Detectives Salvajes, la cual no busca repetir, se construye más que en la polifonía y fragmentación en la unidad transversal que otorga la atmósfera y estética del mal que en un sentido apocalíptico desborda las pesadillas que signan a todos sus hablantes y la memoria universal, mixturando genocidios y conflictos bélicos con actos de violencia a veces aislados y otras tantas veces sólo caprichosos o ideológicos, como es el caso del arte y sus -ismos, Las Panteras Negras representadas por Barry Seaman, el Cine Snuff, una pelea de box arreglada o un pueblo pauperizado lleno de pescadores víctimas de cáncer a la piel, sobrepasando en tal medida cualquier ejercicio de racionalidad y escepticismo, allí reside a fin de cuentas la poesía en su sentido extenso, como creación pura y abarcadora, por tanto insubstancial es la distinción entre lírica, drama y narrativa, manida lucha y separación entre géneros que Zurita arguye de esta forma, El nudo central es que su dilucidación jamás será posible dentro del mercado, o sea, dentro de la novela. (…) ¿Por qué haberle inventado una dudosa trama de novela negra a algo que es artísticamente más fuerte que eso, que es en realidad infinitamente más fuerte que eso? ¿Por qué no haber dejado desnudos los informes clínicos de las muertes? Haberle posiblemente agregado un párrafo de una belleza, de una belleza literaria límite, dura, esplendorosa, al principio o al final. (…) era imposible que lo hiciese porque escribirlo así es algo que le competía a la poesía. Luego remata su texto añadiendo: Un autor o autora de novelas si no es un fabricante de mercancías es simplemente una mala o un mal escritor. Lo demás queridos amigos, es simplemente poesía. De esta manera Zurita precisa que ciertas atmósferas pueden desarrollarse mejor bajo ciertos discursos y diseños, sobre todo cuando no duda en acusar a la novela de ser un nicho de mercado en arriendo, lo cual torna la discusión y los argumentos como un enojoso juego de artificio pues en el mismo sentido vale la pena discutir la poesía hoy en Chile y Latinoamérica, cuna desmedida y edificio ocupa o terreno de invasión para cualquier impúber estilizado que escribe verticalmente en su blog y hace caligramas en un fotolog.
Por ello la crítica no da la talla al señalar el fracaso de la Parte de los crímenes al elegir como recurso la novela negra, la crónica periodística y la descripción forense y en tal sentido no alcanzar la magnitud de lo sublime arruinando la belleza de un tema pues este ya no podrá volver a ser abordado. Si pensamos lo que decía Borges, “siempre estamos condenados a leer y escribir las mismas historias”, como aceptar una opinión tan peregrina como esta de Zurita: (…) era imposible que lo hiciese porque escribirlo así es algo que le competía a la poesía. Pero el problema concreto es que la poesía no lo hizo. Y si lo hiciera ya no podría poner los informes como los puso Bolaño y por lo tanto, ya no lo hizo y no tiene remedio. Esa fue la genialidad y la fuerza de "La parte de los crímenes", los informes y el nombre del basural, y ya no se puede hacer otra vez, y no por un problema de "propiedad intelectual" o de obscenidades de ese tipo, sino porque su poder artístico radica también en su primera vez. Entonces piensen, que sentido tendrían los diálogos y coqueteos que él realizó con la obra de Dante o luego con Kurosawa si ellos ya lo dijeron o si antes, todo lo plasmado por otros “maestros” ya estaba en el Ramayana o El Gilgamesh y luego en Kafka y Proust.
En todo caso, dichos como estos sólo tienen un valor secundario, anecdótico y que solo hay que tocarlos de modo tangencial y cuando sea exclusivamente necesario, vale más priorizar ciertos temas del artículo del autor de Anteparaíso que se pueden rescatar, los que sin embargo, al igual que aquellos que penetran en el ámbito de la opinión personal sobre el valor del escritor y su integridad más que al argumento y critica, se deben aterrizar y pasarlos por un tamiz que los libere y dote del valor de fondo que se proponían y pudieron tener. Algunos de estos apartados desarrollados a medias por Zurita son por ejemplo la ya mencionada disyuntiva realidad ficción y el peso que la primera tiene en relación a un tema no menor e irresoluto como la grotesca ola de femicidios en Ciudad Juárez (leitmotiv en la ficticia Santa Teresa) y como el arte, no digo que este sea el caso, puede tender a trivializar o ser un espejo superficial de lo que se pretende representar. Tal como diría Avelar: El problema para el sujeto testimoniante se complica en tanto que el sólo hecho de incluir lo vivido en una secuencia temporal y narrarlo, supone de por sí una traición a la experiencia. La inconmensurable distancia que media entre ésta y su relato implica una profunda resistencia a la metáfora: la pérdida no puede traducirse en lenguaje y mucho menos cuenta con un auditorio capaz de traducir estas palabras en algo visible y/o tangible. De cualquier modo a riesgo de sonar majadero la banalización de los medios y entre ellos la novela, no excluye a la poesía, dotándola de una sacramentalidad a prueba de fuego.
Pero no excluyamos por ello un tema de interés y que pudo aprovechar Zurita en su artículo y que sutilmente llego a rozar, se trata de la critica a las editoriales y su manipulación, sobre todo en el tema difusión y la creación de una imagen, esa tarea que inunda las micros con pancartas, genera artículos en las revistas de las aerolíneas y ampara la creación de consabidos slogans que tienden a agrupar autores por temáticas, droga, sexo, contracultura y reducirlos a una colección colorida para lectores adolescentes o trasnochados admiradores de las vanguardias y su rupturismo, así en la estantería de Herralde podemos ver casi en una mismo nivel El Almuerzo Desnudo y alguna obra de Bayly, a Navokov junto a Cueto entre otros pares inimaginables, y como obviar las citas de afiche hollywoodense “la mejor obra de los últimos 30 años” o “un carpetazo a…”, esos cuestionamientos Zurita apenas los atisba, uno debe intuirlos o sacarlos a sablazos del artículo pues se pierde en una diatriba política que apunta a las multinacionales lo cual recuerda los ilustrados discursos que Chávez dirigía a Mr Danger cito textual: El costo también fue alto: el de ser el "mejor novelista de su generación". Qué duda cabe, pero todo aquello que es "lo mejor de su generación" contiene algo siniestro, en realidad es la forma más grosera del menosprecio (¿fue Dante el mejor poeta de su generación?), y cuando el merchandising califica así a un creador recuerda el típico trato de los patrones de fundo a sus peones favoritos.
Sin embargo hay unos puntos altos en la reseña, creo que el poeta busco dar en el clavo al criticar a los lectores promedio de Bolaño y en general de toda la llamada mafia amarilla, caricaturizándolos del siguiente modo: Roberto Bolaño al optar por la novela optó por una transacción. Es decir: optó por no llevar las cosas a sus límites, por autolimitarse como artista, pero, a cambio, pudo decirles al menos algo a los lectores que decidió no perder. Se trata de un tipo de lector registrado en los manuales básicos de los estudios de mercado: literatoso, intelectualoso, eterno aspirante frustrado a ser Arthur Rimbaud. Lo trágico es que termina por echarse no sólo al bolsillo a los lectores de Bolaño sino a los de Auster, Sada, Fadanelli, Pauls, Piglia, Pedro Juan Gutiérrez, Rey Rosa, Puig, Bukowski, Faulkner y a los mismos autores que no tienen al final la culpa de quienes operan o lucran con el destino de sus obras o más aún, quienes las actualizan, ya sea en concordancia a lo que se proponía el texto o acorde al uso aberrante que cada cual puede dar a una obra al interpretarla, sobre todo si lo mismo dicho más arriba sobre la distinción de géneros opera aquí, si optamos por caricaturizar al lector de poesía como Zambra lo hace magistralmente en un texto titulado “Contra los Poetas”, pensemos sino en todos los huérfanos suicidas arroja versos que deliran buscando en Pizarnik a su madre-amante y en el transgresor de turno a un gurú a seguir, a su progenitor dispuesto a escribirle un prólogo que le abra el Olimpo.
Como cierre atiendo lo más importante a lo que nos puede llevar a reflexionar el texto original de Zurita, la técnica narrativa del autor y no tanto por presencia y detalle en el artículo sino porque la escamotea por completo a través de una abusiva y reduccionista comparación con Finnegans Wake, cito: pero ¿el más "revolucionario" autor de los últimos tiempos? ¿Y un lector de Joyce? ¿Y que conocía bien el Finnegans Wake? ¿Y en una novela de la ambición artística de 2666? No, allí hubo un problema económico; es evidente que si la obra hubiese sido construida en base a una lengua que incorporara el alemán, inglés, mexicano y ruso, concreta, materialmente, como tal vez lo habría hecho un artista radical, habría significado mínimos lectores o, en el peor de los casos, pasar a la categoría de "demente" Pasando por alto ese parangón innecesario se hace importante no eludir la debida mención a la ironía intertextual la metatextualidad, el doble código y el diseño del narrador y voces que se entrecruzan y que Bolaño detenta pues ahí está su herencia, no en una alucinada y mal entendida pretensión del autor de Los Detectives Salvajes por romper la literatura y la comunicación creando una antinovela o el experimento último de la narrativa latinoamericana, esa es una responsabilidad que el mismo creador jamás se puso encima y que en todo caso ya lo han intentado otros como Calvino, Perec, Beckett y muchos más. Bolaño sin negar la admiración a estos proyectos edifica su propuesta al menos en 2666 y en muchos otros de sus textos conforme a fines distintos, a favor de la novela buscando ser hiperbólico y dialogante, aglutina información y hace que el lector se disperse en una búsqueda incesante de fuentes como si se paseara por una hiper-biblioteca o fuese absorbido por el Aleph.
En lugar de tender a la mudez, busca la sobrecarga y eso se aprecia además en su poesía, en un paseo por la literatura o los neochilenos, no va contra la literatura y sus bordes y si eso se busca en el autor, quizá el proyecto más cercano a tal intención sea Amberes, una de las más alucinadas de sus prosas y que podría con esfuerzo entrar a cuestionarse bajo ese prisma mientras que 2666 y las otras obras buscan ampliar la idea de el escritor-lector con un soporte semiótico en el contenido y cuestionando en lo posible los simulacros de esta hiperrealidad llena de espectros y máscaras, y que otros como Zambra en Bonsái o recientemente Zuñiga en Camanchaca están explotando conscientes, agregando a su lectura de la realidad, maneras de los sistemas de masa, la inmediatez y fugacidad de la comunicación y la potencia que para algunos tiene una frase en el Twitter, un mensaje de texto, post de blog o estado de facebook en relación a la memoria personal y colectiva y la percepción de lo verosímil, lo cual Bolaño puso en el tapete de la narrativa acercando un público lector y escritor a los abismos de la cotidianeidad, siendo accesible en su quehacer pero no ingenuo o fácil al punto de ser calificado de espíritu decimonónico, pues bajo la superficie subyacen los rasgos de una postmodernidad tan cara a la literatura de hoy (incluida la llamada neo-vanguardia) que ha buscado y seguirá construyendo desde las ruinas de la sobreexplotación y el maniqueísmo, sus estrategias, mismas que no podemos medir como profesor de liceo a la luz del Quijote, La Divina Comedia o el mero siglo de Oro u otros proyectos que son parte de nuestra propia obsesión y autocomplacencia, sino epocalmente, e ahí su aporte y el de aquellos que apuntan a una cuarta dimensión pero sin atarse al retoricismo abstracto de esferas opacas pues como dijo el mismo Bolaño en su discurso de Viena a propósito del artefacto de Parra referido a los poetas de Chile, todo cae por su propio peso, no sé si se entenderá el término caer por su propio peso, imaginaos una estatua hecha de mierda que se hunde lentamente en el desierto, bueno, eso es caer por su propio peso. Lo demás queridos amigos, es simplemente literatura.

collage de Héctor Hernández en vomitiva 5




Héctor Hernández en Vomitiva 5.

martes, 6 de abril de 2010

perdido en letras



Armando Octavio de Guzmán En VOMITIVA 5.